Siempre -desde el momento que podemos recordar- nos encontramos ante situaciones en las que debemos escoger entre múltiples alternativas que se nos presenta a lo largo de nuestra existencia. Son decisiones demasiadas complejas, ultra enrevesadas, que por lo general las tomamos justo en el último momento para hacerlo.
Pero son pocos aquellos que las toman anticipadamente, previendo las circunstancias que las ocasionarán. Cautos. Muchos piensan que es una virtud que no es valorada en su real dimensión, pero ¿qué de aquellos que la poseen y toman alguna determinación en base a futuras realidades?..... sabiendo que es imposible predecir el futuro.
Podemos conjeturar de acuerdo a situaciones presentes, frases hechas o acciones realizadas lo que nos depara la vida, nuestro destino, pero nunca saber lo que exactamente sucederá. Por eso descubrir que mi pronostico era errado, o al menos no del todo acertado me hizo sentir aliviado toda la tarde de ayer hasta ahora, y más tarde quizás también. Solo sé que me entrego al máximo, no tengo nada que perder porque lo que entrego no espero me sea devuelto.
Debería ser tan simple y en serio que lo es. Así que cuando me pidió para encontrarnos no lo dudé. Son pocas las personas con las que puedo reírme, extendiendo mucho más la sensación de felicidad, bienestar. Y ella es una de aquellas personas que lo hace.
Las casi cuatro horas que pasamos riéndonos, susurrando, conspirando, anhelando, temiendo, sonriendo, nuevamente susurrando, bajando la mirada, mirándonos a los ojos, besándonos. Son esos momentos los que hacen que nuestras predicciones se vayan al garete.
Tengo los labios totalmente tersos, muy adoloridos y con el sabor de agridulce aún .......... por eso quiero más.